Felipillo pillo , se escuchaba en
la casa de los abuelos. Mi abuela siempre me estaba persiguiendo porqué para mí
su casona era un excelente patio de juegos, un lugar donde siempre había juguetes
de épocas antiguas abandonados por sus dueños y que yo tenía que encontrar. Ella era la vigilante del orden y las buenas costumbres,
por lo que se daba un juego de ladrones y policías. Siempre perdía el ladrón
que era una pulga de rubia de siete años que con el tiempo, los
extraordinarios, los whiskey, el desamor y otras cuestiones se convirtió en
este que ahora les escribe.
Nunca fui ni seré el consentido
de los abuelos, desde niño tenía esta capacidad de molestar a mis semejantes
siendo como soy. Pero de que me quiere mi abuela eso no se puede negar, si
usted la viera, ahí anda tejiendo sus cotizadas cobijitas que son excelentes
para la siesta. A sus noventa y pico de años sigue con salud metal envidiable y
un corazón desbordadito de cariño para darle a sus hijos, sus nietos, sus
bisnietos, sus curas, sus amigas, sus conocidos y a cuanto cristiano pasé por
su lado.
En fin mi podre Abuela lleva
cuatro años queriéndose cambiar al otro barrio, cada agosto. No sé porque le
gusta a agosto para partir. Pero siempre se nos queda un año más a recordar lo
lindo que es estar vivos y que las señoritas como mi abuela pueden aplazar su
boleto de partida las veces que sean suficientes. Total su Joaquinillo aquel
joven que la enamoró en un tranvía, que tocaba el violín, que la llenó de hijos
por todos lados, la sigue esperando paciente con su característico grito “ya siéntate
Lupita”. Pero mi lupita no se está quita nunca, ayer que la visité juro que la vi
muy mal. Su cuarto se llenaba con el sonido de las burbujas que desprendía el
tanque de oxigeno, ella postrada en su cama con una pijama atiborradas de vírgenes
y santos.
En cuanto pudo reconocerme abrió los ojos de par en par, no sé si la
asusté o de plano quería decirme unas palabras, con la voz media quebrada por
tantos años me toma de la mano con fuerza y me dice que seré bueno. Buena tu
abuela linda. Y me sonríe.
La abuela despierta y ofrece
tequila, todos los parientes que estábamos ahí no podíamos no brindar en honor
a la Lupita que los agostos nos saca unos sustos de miedo.
Como sea lo que decidas querida
Abuelita un mil gracias por todo lo que has dado.
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