Mi vecino el Filo.

Llegando del trabajo y la puerta de bajío se encontraba abierta de par en par.

 Los miedos se hacen realidad, la perra se había fugado con su novio regordete color miel.   

No puedes dejar de sentir esa desesperación, esa incertidumbre y sales como loco a buscar a tu mascota llenado el aire de la ciudad con silbidos. 

Sentí una impotencia abismal, no quiero ni imaginar la sensación de los padres o madres que tienen a un hijo perdido. Ha de ser lo más parecido a estar muerto en vida.  En medio de la búsqueda inició una lluvia tupidita, pero que importa sentir la ropa fría pegada a tu piel y los hilos de agua que recorren tus pelos. Todo sea por encontrar a la perra. 

Cuatro horas de búsqueda pasaron, y no paso nada. Ya estaba haciéndome a la idea de dejar de tener mascotas, o de plano retornar a las tortugas. 

Pero llegó mi vecino, que es el autentico sueño mexicano. Un joven con estudios profesionales de jardinería, vence todos los días el alcoholismo, responde por su familia y a pesar de las dificultades normales jamás se rinde. 

Siempre está al pendiente que su inútil vecino tenga todo, siempre esta ofreciéndome un taco, siempre está procurando hacerme compañía por el puro gusto de hacerlo.  Además la mayoría de las veces está de buen humor. 

Por fortuna nos hemos hechos amigos además que soy su narcotiendita de café.

Lo recibí con la noticia que ya no teníamos perros, y él con su clásica sonrisa me dice, no te me apures deja ceno y ahorita los encuentro.  

  Yo estaba con el corazón achicopalado, mojado como sopa y pensado a dónde se van los perros perdidos. Cuando llegó el vecino con los tortolos fugados. 

Mi Chávela esperaba su regaño, pero no puede regañarla simplemente la acaricie toscamente.

Dame dos Filos y México sería un país de primer mundo.  Si todos viviéramos preocupados por los vecinos no necesitarías gobierno ni religiones.  En fin.

Tengan un bonito viernes y todo lo demás también.