El perro se fue persiguiendo un
pedazo de pan. Sus dueños recuperaron a El Patera, yo perdí al Káiser. Así tocó la baraja, se rescató un perro de
una vida de calle y al final un “gracias” y se terminó. Ya sé, da flojera los apegados a sus
mascotas, pero es inevitable sucumbir a un ladrido y una cola en constante movimiento.
Me quedé con ganas de tener otro perro, voy a sentarme a esperar que se me
pasen. Es un derroche de tiempo atender bien a una mascota, pero también da
muchas satisfacciones.
Después del adiós al perro, tenía
que curarme la “depre” como lo hacen las señoras pomposas de alta alcurnia y me
fui de compras. Pero yo no asistí a una plaza comercial para comprar cosas de
marca, me escapé al centro de Coyoacán: El que yo visite un tianguis es un
atentado contra mi economía, porque soy de los que si pudieran, comprarían todos
los cachivaches que venden. Cómo sé que son cachivaches, muy fácil cachivache
es todo lo que almacenas en tu casa, que realmente los necesitas una vez que lo
has tirado a la basura. Y yo tengo una debilidad por los cachivaches
espectacular.
Dos catrinas emplumadas, unos
mariachis calavera, una cartera con forma de carta de Pancho Villa y un sombrero
de copa con calaveritas fueron mis compras. Las catrinas y yo tenemos cuestiones personales,
desde que me acuerdo me gustan las calaveras, imagínese querido lector cuando
la vida me juntó con una señorita que tenía la misma afición. Fácil en el tratado
de separación de vidas, se acordó sin decir nada, que ella seria la dueña de la
pequeña colección de las calaveras de generoso escote. Yo juré no comprar una
catrina más, porque el recomenzar es un verbo que no me gusta conjugar, pero no
hay de otra. Esta vida es como rascar, siempre estamos recomenzando.
Por lo que en un arrebato de
locura y unos pesos de más, compré las primeras piezas de mi nueva colección,
me prometí no ceder los derechos de ellas nunca, seré un chulo de catrinas. (Otra promesa que sé que no voy a cumplir).
Quién sabe porqué los mexicanos,
tenemos esta fijación por poner a la muerte bonita, el celebrar a los muertos,
el reírse de la huesuda. No quisiera
intentar dar una explicación de lo que no tengo ni la menor idea. Pero yo
también estoy contagiado de este fervor de disfrazar a la muerte con buen
sentido del humor, al final es inevitable y porqué no reírse de las cosas
inevitables. Bien lo dice unos tucanes “Cuando la huesuda venga, le invitaremos
un vino. Con suerte y se nos empede y se le olvide a qué vino.” Es una dicho
que habla mucho de cómo debemos estar frente a la muerte.
Y hablando de muertos. Hoy
quisiera saludar, al Fernando y al buen Gabriel Villa. Amigos que se adelantaron
en copas con la huesuda.
Tengan una semana como para
morirse de la risa.
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