Sé que tengo que agonizar en
silencio por cortesía, sé que tengo seguir lo más que pueda el consejo del
Ferras “o la bebes o la derramas”. Ahora me toco beberla toda. Es complicado
invadir espacio vital, pero qué tanto es mi espacio cuando yo procuro por todos
los medios invadir en paz y en armonía para un sano desarrollo un espacio que
comparto. A veces la paz que elijó es
peor que la guerra que me dan. Con calmas y sin prisas vamos descubriendo de qué
se trata esto de conocer a las personas, si he faltado al respeto y al
consideración a los demás. No siempre trato a las personas que me gustan que me
traten. Pero estoy cambiando palabra de borracho.
Pero hay que cambiar, antes
pregonaba a los siete vientos que yo era así y que por lo tanto me deberían de
querer o odiar. Después de unos golpes secos contra la pared entendí que no es
nada conveniente esa postura. Hay que exigirse cambiar, para buscar eso que
llamamos felicidad.
Antes de pedir amor entero,
amigos inseparables, camaradas fieles de trabajo, hijos modelo y toda la rama
de personajes de ficción. Considero indiscutible el respeto, si no hay respeto
no tienes nada. Ahora también hay que saber lidiar con las personas que en su
realidad les faltas al respeto siendo tal y como eres. Una cosa es faltar al
respeto y otra muy distinta son las falsas apreciaciones realizadas por
personas que están viendo cosas que no son. Yo no puedo faltar al respeto por
mi condición social, mis creencias, mi sexo o mi manera de ver la vida. Tampoco
la falto realmente esmerándome en corregir mis defectos con los que seguramente
me moriré. Y menos aún por tomar una decisión responsable y coherente.
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