Ahora vivo con una perra adolecente, y sigue haciéndome berrinches. Si
se siente conmigo, hace todo lo posible para devorar cuanta cosa dejé a su
alcance. La ley del perro es: Si esta en el suelo es mío, si hago que llegue al
suelo es mío también.
Al encontrarme un caos dentro
del caos que es ahora el nidito del gallo. No me quedó de otra más que
reprenderla como se reprende a un perro, con cariño pero exagerando la voz. Mi Chavelita
que es una doberman Azteca en miniatura, más sentida que nada. Al sentir la voz
de enojo por haber acribillado mis zapatos, se asustó y se fue directo a mi
cama para sacar el miedo ahí. Ahora sí que me carga la chingada, sin zapatos,
la cama meada y con perra castigada. Dormí al nivel indigente catrín, bajo
techo pero en el suelo como nalga de pingüino, en la mañana con la espalda tiesa
y articulaciones entumidas, levantarse fue más que un calvario y con todo y mi
coraje así fue mi cuerpo a tomar el baño.
Al abrir la puerta, ahí estaba la perrita dándome los buenos días con su
colita como abanico de palabras. Como si nada hubiera pasado, es mucho el amor
que dan los animales, inclusive después de haberla regañada por sus hormonas
perrunas incomprendidas.
Hay rachitas de días de cagada y he estado inmerso en esos días. Donde
la vida se ensaña como se ensañan las faltas de ortografía en un blog coqueto,
pero de bajo presupuesto como lo es este. El domingo con el carrito repleto de víveres
engentado por los tumultos que acuden los domingos a un día de comparas o de visita
al cine, crudo como un Sashimi y una
señorita del alto parlante que anunciaba las promociones o los niños perdidos,
me taladraba con su timbre de voz el cerebro mientras quería escoger entre
jamón de pavo, jamón de cerdo, paquetito chico paquetico grande, dime qué chingados
sabes tú.
Al llegar a la caja después de
esperar mí respectivo turno. Una atenta cajera con un lunar verruga de tres pelos,
me dice con ojos de cariño, “Joven su tarjeta no pasó”. Una cosa es ser pobre,
otra cosa distinta es que la banda de la tarjeta este ya muy desgastadita, otra
cosa es que te vean con odio las personas atrás de la fila. Pero la
indiferencia de la Cajera fue lo que me puso de un malhumorado Korkowski de
peligro. Después de hablar al dichoso servicio al cliente marcar mi RFC, mi
domicilio, mi tipo de sangre, mi número secreto, el grado de temperatura corporal
y todas las “medidas de seguridad” de las tarjetas. Me anunció un robot que si tenía
crédito suficiente para vestir de china poblana con todo y lentejuelas la verruga
de la cajerita. Sin otra cosa que hacer más que dejar el carrito de la compra
votado me retire con corajito. No sin antes hacer mi berrinche de esos que no
llegan a ningún lado.
En fin querido lector, siempre
hay días malos que levantar. Que sirven solo para tener algo que platicar. ¿Ya tomó café hoy?
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