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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







miércoles, 4 de julio de 2012

Pedacito de digestión


Ayer un día extraño como un gato verde de tres patas y visco. Con el ambiente lleno del chipi chipi, agua que solo moja al ciudadano de a pie, como su servidor. Aquellos que esquivamos las baquetas botadas por la raíz de algún árbol sacrificado en pro de la humanidad urbana, brincado charcas que se hacen por la basura acumulada en las alcantarillas y cuidado para no ser salpicado por la ola negra que se hace cuando el neumático de algún desconsiderado conductor suicida se le ocurre hacer la maldad de llenar la piel de sus semejantes de agua en puercada por polución ambiental, caminada por la calles de la petulante condesa.

Todo trascurría normalmente, en cada esquina pedía una sincera disculpa por ser peatón. Pues en mi ciudad de México ser peatón es una molestia para los múltiples conductores, que tienen prisa por llegar a ningún lugar.

Fue ahí donde casi cuelgo el zapato por pisar una linda cagada de perro, desconozco si esa plastilina apestosa era de algún can con serios problemas digestivos adoptado por un desconsiderado amante de los animales o de algún can de esos callejeros abandonados a su suerte. O de plano de algún pobre cristiano intolerante a la lactosa. Como fuera, con el zapato derecho llenito de eso que se dice popo de perro y el evidente corajito que da tener la suerte de pisar, seguí caminando arrastrado el zapato infectado de Purina procesada como si estuviera entrando a algún evento religioso por el pasillo principal. Con todo y coraje así tenía que llenar a punto de las siete menos treinta al restaurant La Estación.  

Llegando a la catedral condechi de las buenas tapas y los buenos vinitos. Tendría que esperar a que el Chef del lugar terminara de hacer unos platos de paella para los comensales VIP, que estaban repartiendo contentos en la mesita de la esquina. Mientras yo con las manos inquietas esperaba mi café Turco. 

Contra esquina del lugar, hay un lugar en construcción de departamentos pre armado de hormigón, destinado a solteros contemporáneos, bonitas cajas de zapatos caras y mal puestas, pero justo me tocó ser testigo mudo del buling albañil. Salía un tipo chaparro de carne morena recién bañado en estampida, atrás de él una horda de lipusianos que cuando le dieron alcance lo ensuciaron otra vez, el acto lo vi dos veces y no dejé de reírme de aquel espectáculo callejero gratis. Mientras a la sorda me limpiaba el zapato aún manchadito de mierda. 

Por fin llegó el maestro Chef, si usted lo viera tiene una mirada de trotamundos y buena platica, se ve que ha pasado de país en país, aprendiendo los secretos del sartén y el fuego. Sin decir más tenía en sus manos dos buenas recetas realizadas con mi buen café chiapaneco. Discutimos costos, discutimos temática del evento “Tres notas de café” .En donde apapacharemos a buenas almas como la de usted, con varias recetas cafetaleras. Concluimos con un buen apretón de manos y a caminar otra vez por la jungla citadina. 

A media cuadra del lugar, un ron roneo por mis tripas, de esos calambres fríos, que anuncian en córrele porque te alcanza. Los que han visitado la calles de la Condesa no me dejaran mentir que es un autentico laberinto, solo que en vez de Minotauro tiene otro monstro llamado alcoholímetro. Pero siempre te pierdes, y cuando la necesidad humana llama lo que elegantemente se dice baño, la cosa se complica, todo se complica, respirar es problema. Pero llegué a casa caminando como matador de toros. Al buscar la llave de mi hogar, la desgraciada estaba perdida. Llamé a la puerta como cobrador, llamé a la puerta como policía en redada, llamé a la puerta como repartidor de pizza, llamé a la puerta como desesperado. Pero nadie salió solo mi perrita que me movia la colita y no entendía la emergencia que llevaba acuesta. Como ladrón entre a mi propia casa, corriendo y llegando en “safe” al baño.  

Conclusión del día, por más que quieras siempre habrá un pedacito de digestión que te ha de recordar lo vulnerables que somos ante el desecho de la digestión propia o ajena.

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