No hace mucho discutí con un filósofo
becado para estudiar más toda su vida y aplicar todo ese tsunami de conocimiento
en instituciones académicas, sobre las guerras.
El hablaba de las guerras de Grecia con un
tipo de romanticismo envidiable. Es una mente que sabe más que la mía, pero con
una excepción esta, las guerras.
Yo defendí mi postura que todas
las guerras en la historia de la humanidad han sido y serán una gran pendejada.
Salvo la de Espartaco no encuentro una justificación para tener guerra, para
matar a otro ser humano. En el nombre de la patria, en el nombre de Dios, en el
nombre de la libertad, no me quieran dorar la píldora, la guerra es un gran desperdicio
de tiempo y de vidas. Al final nadie gana.
Ahora que estamos por terminar un
periodo presidencial, donde lamentablemente será recordado por la cantidad de
sangre que corrió. Por tranquilizar la ansiedad que se crea al no tener drogas
en el sistema, o para pasar el rato, o para dar valor, o las múltiples razones
muy personales que llevan al ser humano
a consumir químicos para salir del tedio de la rutina, de la realidad que
espanta o de la vida misma.
Sin embargo da pánico saber que
la guerra se perdió, por muchas razones. La primera porqué el consumidor sigue
consumiendo, la segunda porque el dinero producto de la venta de las drogas
ilegales sigue circulando en los bancos, en campañas presidenciales, etc. Para que tanto muerto si el dinero nunca se
confiscó o no lo suficiente para debilitar a los “malos”. Con todo y que se le
quitó al coperas o cuello una cantidad abismal de dinero en efectivo.
Al ver esa montaña de dinero no puedo de
pensar la cantidad de tachas que se tienen que vender para hacer ese dinero, la
cantidad de decisiones de tomar la vida más leve y sentirse volar. La cantidad
de sangre que lleva cada pastilla, cada gallito de marihuana, cada grapa de cocaína.
El hombre come hombre es una realidad.
Ahora que estamos en guerra entre
carteles chiquitos y grandotes, entre autoridades vendidas y al servicio de los
que consumen drogas, me duele México. No me duele por sus gobernantes, me duele
el pueblo que es presa de los malos gobernantes que no se conforman con nada y
es predador de su medio ambiente y sus iguales.
En el inter los invitó a pensar
que Estados Unidos de Norte América tiene más menos el veinte porciento de la
población mundial y se atascan el noventa por ciento de las drogas que se
produce en el mundo. ¿Hay algo mal?
Saludos.
Jose Salmeron
ResponderEliminarDifiero un tanto de tu visión sentimentaloide del 'pobre pueblo mejicano'. ¡No! ¡Todo lo contrario! Somos una inmundicia de pueblo. Ni siquiera nuestra devoción a la 'virgencita de Guadalupe' nos salva. Cada que tenemos oportunidad, la cajeteamos. No importa de qué nivel sociocultural seamos. Allí tienes el ejemplo de los 'directores' de Pronósticos Deportivos. Allí tienes el asunto de HSBC. Allí tienes el 'rollo' de los vales de despensa de Soriana. Allí están las despensas del 'Peje-Lagarto'. O séase, somos parte sustancial de toda la porquería que se mueve. No existe un 'pobre pueblo mejicano', como tampoco existe Alicia en el País de las Maravillas. Sí, los gringos se meten toda clase de sólidos por las fosas nasales y líquidos por las venas; pero nosotros -sin tener el poderío económico de los 'malvados güeros- nos comportamos de la misma insensata manera. Un abrazo, mi pequeño Felipe.