Corría coqueto el año de 2002. Yo
estaba saliendo con una princesita y podría darme el lujo de invitar unas copas
en la Fuente, primera cantina de Guadalajara, de ahí se caminaba del brazo a un
restaurant llamando la Medina de Fest. Un lugar de precio regular y novedoso. Daban
tabaco de sabor y whiskey caro para los estándares. O mejor dicho ganaba mal
para tomar como lo quería hacer.
Fue una tristeza regresar a
buscar aquellas bailarinas de vientres abultados y trapitos de colores
moviéndose a los compas de una música encantadora de serpientes y encontrar en
su lugar la catedral de los fanáticos del Metal. Mi Guadalajara cambió, los
lugares que me gustan unos se conservan, otros pasan a ser estadísticas de los
negocios que se van a la quiebra.
Pero aquella noche, la Medina se
portó bien. Unos tragos extras, cortesía de un mesero de esos gay, al cual le
agradaba por el hecho de respetar como machito su preferencia sexual.
Los tragos hicieron que se
subieran el tono de las palabras. Y en un acto de valentía suprema le propuse a
mi princesita darnos unos besos de esos sin amor. Yo estaba recién salidito de
una relación amorosa intensa y lo único que quería esa noche era una boca que
besar. Ella quería enamorarme a besos y yo no habría de impedir que lo
intentara. Un poco borracho y con la sangre en el punto de ebullición por la blusa
de botones de la señorita, arranque el auto para llevarla a su casa. Lo que
quería era solo un beso y un poco de tocamiento por encimita de la ropa. No
siempre se debe de tener sexo para hacer una noche formidable. Todo listo y cuando estaba fundido en su
boca, tratando de quitar un botón, la luz jodona de una linterna.
Llegaron dos patrullas por una
delante y otra por atrás, se bajaron apuntando con sus armas cortas y largas,
como si fuera un operativo anti secuestro. Maldita policía, maldita. Porqué
joder a los calenturientos, que en la noche buscan caricias en lo obscurito.
Qué no hay lugares donde asaltan, que no hay secuestrados que rescatar, que no
hay narcotraficantes que perseguir. A no, hay que meter a la cárcel a los
dueños de los besos que en las noches buscan su rinconcito para echar andar los
motores del cortejo. En fin bajó el “comándate”, lo supuse que lo era por sus
galardones metálicos y una cuerdita bastante ridícula. Me solicitaron de buena
gana bajara el auto. Lo amable se reflejo con un “pendejo”. Yo estaba, no
enojado con la Ley, estaba queriendo matarlos. Qué necesidad de interrumpir la
quita del tercer botón.
Para esas épocas tenía poca idea del derecho
penal, pero lo que si sabía era que la suerte estaba de mi lado. No eran los
ciento cincuenta pesos que me quedaban en la cartera, tampoco era mis grandes
maestros penalistas. Lo que sabía que me haría ganar este caso contra los mandriles
uniformados, era mi credencial para votar con fotografía.
“Joven, ¿Sabia que lo es esta
haciendo es un delito?.”
Pues ha de disculpar oficial,
pero no es delito es un pequeño deleite.
“A, con que se me pone prepotente
pinchi güerito”
No mi oficial, pero ¿Podría?de
dejar de alúmbrame al pene.
“ Lo traías en la vía publica,
eso es delito y voy a proceder.”
Pues proceda conforme a derecho,
porqué mi miembro lo tengo tapadito. La verdad es que no me dieron tiempo de
sacarlo a orear. Pero siempre lo cargo conmigo.
“Mira payasito, tu coche lo llevó
al corralón, y le voy hablar a los papas de tu novia ¿cómo ves?”
Claro, supongo que el auto se lo
llevan por ser materia del delito, y lo de hablar a los papas, lo veo un poco
difícil o ¿Tiene usted el numero de los papas?.
“Identifícate”.
Pues identifícate tú, hay unos
maleantes vestidos de policía.
“identifícate cabron, o te
llevamos con el juez”
Y dígame oficial, me ha de llevar
con el pipi paradito, para que vea el Juez que estaba haciendo un delito. O que
prueba tiene.
“¡Póngale las esposas a este
cabrón¡”
Ahí fue cuando, el otro mandril
me exprimió mis espinillas contra el escudo de la Policía Municipal de Guadalajara,
mis manitas esposas, los gritos de la princesa que nunca salió del automóvil.
Le daban saborcito a lo noche.
Y ya contra la patrulla, procedieron a quitarme
la cartera para ver mi Credencial para votar con fotografía. La cara del
comándate de ser morena y mal en cachada, por arte de magia se convirtió en
blanca y compunjida.
“Perdón jefe no sabía que usted era….”
Mire oficial, si usted dice algo
a mi me regañan y a usted lo corren, por lo tanto quíteme las esposas y valla
con Dios, que aquí no paso nada.
Por fortuna el jefe de jefes de
la Policía Municipal en esta época en Guadalajara se llamaba Felipe de Jesús
Gallo. Y claro con mi actuar prepotente, nuestro querido comandare pensó que
era el hijo de su jefe. Me burle de la ley una vez más. Fui el hijo del papá.
Ahora la policía se dedica a
buscar parejitas calenturientas, niños que pegan carteles buscando a sus
perritos, y los maleantes bien gracias.
No sé, creo que pierdo chispa al
escribir, mala racha de ideas pero aquí estamos intentándolo todos los días.
Saludos comandante y acuérdese
que para desgraciado, desgraciado y medio.
Veronica Elizalde MUY BUENO! ME SACÓ UNA GRAN SONRISA. UN ABRAZO PARA" EL HIJO DEL JEFE DE LA POLICÍA" = ).
ResponderEliminarLidia Elizabeth Ramirez Albavera Argumento solido:" No es un delito, es un deleite" ( que cercania fonetica y legal) J'♥.
ResponderEliminarJose Luis Font Bien aplicado,,,,,, los corriste finalmente o les aumentaste el sueldo por estar "cumpliendo" la ley..
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