Una patada en el
culo, siempre es un paso adelante.
Corría el año mozo de mil
novecientos noventa y ocho, era un mortal de diecisiete años metido en una
Universidad buscando ser abogado. Todos mis amigos se habían dado un año
sabático en Canadá, tenía el corazón hecho pedacitos por una fulanita de tal,
que se había casado con Jesús resucitado, pesaba aproximadamente cuarenta y
nueve kilos, dicha falta de peso me hacía ver como sobreviviente de un campo de
concentración para güeritos. Estaba realmente mal, lo bueno es que no me daba
cuenta y los días se hacían soportables a base de café y tabaco en cantidades
industriales. Un caso más de ansiedad precoz.
El entrar a la Universidad de
prestigio no lo fue fácil, no tenía el salvo conducto para evitar una entrevista
de ingreso, ya que mi promedio de la preparatoria es medianamente pasable.
Si la memoria no me falla por mi
ligero retraso mental, un sujeto también casado con Jesús resucitado fue el que
intentó que mis huesitos no ingresaran a tal prestigiosa casa de estudios
porqué en dicha entrevista me trató como si fuera integrante de una secta
satánica que vende órganos de niños. No le puedo guardar rencor, el hacia su
papel de fanático y yo estaba en mi papel de estoy cansado de lamer botas.
Después de un proceso de selección y ayuda divina por parte de las personas
creyentes, me dieron el sí. No sin antes pasar al departamento de suplicas.
En los primeros días me recetaron
las maneras en las que podría ser expulsado de la casa de estudios. Que con
tres materias de siete punto cinco, que si no sabias ingles, que si no pasabas
el extraordinario del extraordinario, que si blasfemas, que si hacen fraude
académico, que si ves a tus compañeras de salón con lujuria, que si no celebras
los gases intestinales de los maestros etc etc. Todas estos “pecados” se llamaban medidas
académicas. Y claro esta yo me subí al árbol de las medidas académicas y me di
con todas las ramas. ¿Qué esperaban? Que fuera un tipo normal, si en esa época lo
normal en mi, era no saber que estaba pasado en mi mundo que se derrumbaba y se
construía otra vez.
Siempre he tenido unamala capacidad
de memorización, nunca he podido contestar en automático principios o
doctrinas. Las famosas tablas de multiplicar las supere apuntadme en los dedos
las respuestas, el famoso Machetear respuestas no fue mi fuerte en la época estudiantil,
mi primer semestre fue desastroso y me dieron al final de este, un diploma con
una medida académica, la regla era o es que si sumas dos diplomas el Ángel Gabriel
con su espada de fuego te destierra a las otras casas de estudios y con la alta
posibilidad de morir pobre y solo. Y por mis despistes ya tenía yo la puntita
de esa espada en el culito. El segundo semestre levanté el barco estudiantil,
ya estaba laborando en Vipa un despacho de abogados, que con el tiempo fue mi
verdadera universidad. El segundo semestre fue salvado de la otra mitad de la
espada de fuego, porqué ya tenía un poco de experiencia profesional y podía ver
a la señora justicia bailar en los juzgados, al ritmo que su señoría el Juez le
tocará.
El tercer semestre fue de guerra.
Una guerra fría con los hilos negros que
movían el sartén de la universidad y guerra abierta con el director de la
carrera que era un buen tipo, pero con un defecto, le faltaban las ideas y le
sobraban argumentos. El solo pensaba en el prestigio de sus patrones y le
importaba poco ser humano con los clientes de sus patrones, que al final éramos
los que le pagamos su sueldo y su anhelado prestigio. Una materia aburridísima administrativa
impartida por el padre de Daniel el travieso, una de derecho penal impartida
por una vaca sagrada, que después me tocó hacerle la faena en el ámbito profesional.
Misma vaca que se presentó a su compromiso de dar clases solo dos veces o tres
en el semestre y el resto del tiempo fue cubierto por sus
seguidores y sobre todo mi hastió por la vida, me hicieron acreedor de la otra
mitad de la espada. Estaba yo corrido por primera vez.
Lo que no contaban era con astucia,
porqué lo que no estudie de derecho penal lo dedique a estudiar el reglamento
de la universidad y redacté una carta al rector con copia de conocimiento al líder
espiritual de la universidad. Mis argumentos fueron tan contundentes que no les
quedó más remedio que aceptarme otra vez. Había ganado una batalla al director
de la carrera de derecho y en su cancha. Claro que el tipo buscaría todos los
medios para chisparme de su escuelita de derecho, el tipo raro que era le había
ganado y con esto humillado ante el personal docente y las personas que querían
ser abogados.
El semestre siguiente fue marcado
por la infamia, según mis sicosis el director y otra vaca sagrada tenían un
complot al estilo peje contra mi humanidad. Daba obligaciones el sicario del director
y todos los exámenes por más que contestara correctamente, para sus ideas mis
respuestas eran las incorrectas, independientemente que las hubiera copiado del
cerebrito del salón. Un caso de mala leche y así para el final del semestre
efectivamente mi querido lector estaba yo siendo notificado de otra expulsión. Otra vez estudiando el mentado reglamento
interno y una vez más los altos jerarcas me daban la razón. Otra victoria para
mis huesos.
Ya entrada la mitad de la carrera
y su servidor bien metido la mitad del día en los juzgados, la otra mitad en la
escuela de derecho y la otra mitad, que quien sabe cuándo era pensando en niñas
en pelotas, me fui quitando lo bruto para hacerme un abogado presentable. Las
medidas académicas seguían atormentándome y el director por fin y después de
dos años y medio logró su objetivo una nueva medida académica, esta última no
recuerdo porqué fue. Pero lo que sí recuerdo bien fue la última plática con el
director.
El decía que me planteara mi vocación
para ser abogado. Y con el gustó de joder al que te jode de mi boca salieron
puras verdades. “Primero querido director por mí has tenido que reformar tu
reglamento interno en varias ocasiones, tengo dos años en juzgados y tú llevas
más de diez años que no te paras en uno. He resulto a mi modo y estilo las trabas
que me tirabas. Le recomiendo que replantearse su vocación de ser director.” Y
así salí con una patadita en el culo de la universidad para entrar a otra donde
exigían que sus estudiantes trabajaran en despachos. Ese era el método perfecto
y muy tardío para hacerme abogado.
Al final me llevé lo mejor de las
dos casas de estudios. Y agradezco mucho la última patadita en el culo porqué
me hiso el abogado resuelve problemas que me da para mis vicios.
Se le quiere y se les estima.
El auto proclamado Sepsi y
Panzón.
pd.
Busco secretaria
linda prudente y con paciencia que me quité mis faltas de ortografía.
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