“¡Es lo que hay¡”. Decía el Iran,
mientras comíamos los restos de salchichas, pan, chistorra, setas y alguno que
otro resto culinario, sobreviviente de la mudanza. Todos las sobras estaban siendo
doradas por la madera que minutos atrás eran parte de un sillón que hace tres
años fue blanco. Mismo que fue
abandonado por su dueño en lo que fue la casa de la risa y que no era
presentable para la comunidad vagabunda de esta ciudad. Por lo mismo merecía una
bonita muerte y para convertirse en carbón de la última cena de la casa de la
risa.
El último domingo en lo que fue
mi santuario, en donde pude sentirme en casa siendo foráneo. Mucha sangre, sudor y lágrimas fueron vertidos
en esas paredes. Y ahora es solo un
lugar disponible para el próximo habitante. Cerré un capitulo ahí, me lleve lo
mejor, que fue las amistades que se cosecharon ahí. Los miércoles de Whiskey
con mi hermano Pedro Antonio. Las descargas emocionales con mi hermano Peña, los
whiskeys con el Suarez, la visita de la Pequeña Bouquet, la vista de las
hermanas sosas, el grito de guerra de mi hermano Peter “Aquí siempre son las
diez”, la noche que se quedó mi papá a dormir, las visitas de mi hermanazo Chavis,
los tres últimos integrantes artistas, que compartieron conmigo el deber de
pagar renta, enseñándome cómo se vive desprendido de las cosas y vivir al día
haciendo equipo de sobrevivencia aguantando con cariño los desmadres del otro.
El bailarín carpintero Ivan, el Matemático actor Juan Pablo y mí querido Irán.
Artistas con sus litros y litros de cerveza y pilas de paltos sucios. Qué más
da las pequeñas incomodidades del orden, cuando me aportaron más de lo que se imaginan..
En cuestión de amor es mejor no decir nada más que un “gracias”. Por aquello de
la memoria de los caballeros. No cabe duda la casa de la risa, fue mi casa y me
lastima no haberme dado cuenta antes.
La poca autoestima que hace
sentir invisible y de verdad que a mí me gusta serlo. Pero no puedes pasar desapercibido
cuando eres un mal vibirn multi estrés auto proclamado Sexy y Barrigón. En
medio proceso de mudanza, tres vecinos dieron señales de cariño. La Primera una
guapa que con su novio, siempre he daban palabras de ánimos. La despedida con
esta señorita no fue grata, ella lloraba mientras le tiraba la pelota al perro,
no puedes dejar pasar por alto que las niñas lloren, me quedé a consolar y ella
gentilmente me abrió su alama para compartir sus malestares. Eso para mi es un
honor que las personas me enseñen sus almas con todo y sus penas. La verdad es
que con las tres tonterías que le dije me sentí útil.
El otro vecino, una alma
atormentada por el desamor y la joda de tenerme de vecino, por perder mis
llaves y solicitar la entrada de su casa para brincarme. Pero en cuanto vio los
movimientos de mudanza acudió con una botella de tinto y buena plática. Y el
muy infeliz me agradeció aquellas platicas que teníamos mientras usaba su
azote, supongo que sin querer le ayudo alguna cosa que salió de mi boca.
La última alma que se despidió de mi humanidad
fue un señor de setenta años, que estaba iniciado el sueño de su vida y en sus
ojos se veía esas ganas de hacer que las cosas sucedan. Qué importa que sea
tarde, siempre se está a tiempo para hacer los sueños realidad.
En fin ahora duermo en un
departamento que antes fue casa de una señorita muy cursi, quién mas tendría un
baño rosita. Pero seguimos a sus ordenes en donde me necesiten.
Me despido agradeciendo a todas
aquellas alamas que se aparecieron en la casa de la risa. Me hicieron la vida
linda.
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