Se terminó noviembre, en estos
treinta días me pasaron hechos extraños y sé que muchas veces las palabras no
sirven para nada. Por lo tanto hay que prender los motores para intentar subir a la
red de los huerfanitos de cariño, esta sensación que recorre mis venas.
Me defiendo mejor en el cara a cara y a mi
tiempo. Ayer devoraba un agua chile de callo de hacha y unas almejas se retorcían
al contacto con el limón, una cerveza “para el físico” sudadita. Después de eso,
mi empanada de camarón con huacamole y para terminar mi pulpo a la gallega.
Este menú lo hago siempre que voy a un restaurante vecino de mis oficinas. No
me interesa probar otra cosa del menú. Los Korkowskis tenemos una enfermedad de
la repetitividad aguda, si nos gusta hacer una actividad la podemos hacer todos
los días sin cansarnos.
Qué les puedo decir los genes no engañan. Mi madre por
ejemplo cada que va al supermercado compra jabón para manos en cantidades
industriales, si no los compra siente que no fue a hacer la compra, otro tío
tiene la costumbre de tirar los residuos de la digestión en el mismo lugar y a
la misma hora. Si eres buen observador puedes descubrir la actividad repetitiva
de la familia, acompañado de la rodilla derecha defectuosa por nacimiento.
Por lo que tengo todo un ritual
para comer en ese preciso lugar, mi acompañante de ayer fue un gran amigo de
esos que se les quiere solo por el hecho de ser mi amigo. Y claro después de
varias comilonas, no soportó y me reclamó mis rituales alimentarios. Y refiló
la plática con el temita del mes. “¿No te interesa cambiar?”. Con el boca llena
de galletitas saladas con limón, no le pude contestar, pero si le aventé la
mirada de “¿Qué chingados dices”. El entendió muy bien mi miradita y compuso la
plática con un: “Bueno ¿Qué te gustaría que cambiara de mi?. Y mis palabras salieron
con sabiduría. “La verdad querido amigo, yo no te cambiaria nada, sé que tienes
un mundo de defectos. Pero así me caes poca madre”.
Toda la plática alrededor de la
comida fue la educación que recibió. La cual está encaminada a partirte el alma
en dos para ser el mejor, o por sé mejor cada día. A mí se me hace muy buena
esa actitud, es noble querer ser el mejor y darle puntapiés a los defectos. Yo
no tengo grandes virtudes pero una que si tengo es juntarme con personas
mejores que yo. Y por ese hecho me hago menos peor. Cambiare lo malo en mí, a mi tiempo y a mi
modo.
Actualizando mis guerras diarias,
estoy asentando la cabeza. Resignándome a comprar un departamento en esta
ciudad, lo cual me convierte en un habitante de esta mi cloaca favorita. Seré
oficialmente un chilango más, habitando la Escandón ahogado en mi mar de dudas.
Por la noche tome mi querido Jack
and Cock, acompañado de otro gran amigo que por cuestiones de trabajo esta en la ciudad, viene acompañado de su socio. Su presentación fue magnánima: “Es
mi amigo Gallo, es un buen tipo muy soñador. Con decirte que ……”. Me recordó todas
mis ideas de negocio desde que tengo uso de razón. Ninguna se ha hecho todavía,
pero sentí ese sentimiento cursi e inútil de la lástima por uno mismo. Ese
mismo sentimiento lo maté dos Jacks después. Con una buena idea que hago salgo
de pobre y saco de pobres a los que quiero.
Pero todo a su tiempo.
En fin se terminó noviembre y con
el se terminó mi miedo a uno mismo. Regué todos los días mi jardín, cuando afuera caía el cielo en agua.
Se despide pronto y mal este tan
de usted y de nadie Sexy y Barrigón.
Lo unico que se tiene que cambiar a la fuerza son los calzones, lo demas no importa tanto. Animo carnal!!!!
ResponderEliminarTienes toda la razón. Uno cambia si quiere y sino pues no jaja... Si tu estás agusto contigo mismo, así se feliz porque la gente que te quiere es por como eres ahora y no por como serías después del cambio. ;)
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