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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







viernes, 2 de diciembre de 2011

La mañana de un soleado viernes




Es la mañana de un soleado viernes, camino a la oficina con cigarrillo y la sonrisa maligna. Quiero purgar los demonios de mi interior, esos que te gritan cuando la tempestad truena a través de tu vida.

Lo que están pensando sobre mí, me importa dos carajillos. Y que más da si no creen en mí, cuando pueden creer en cualquier tontería. Supongo que tengo más de una opción para no estar tan malhumorado, de seguro hay muchos otros fracasados que están peor que yo.

Somos malvados cuando nos decimos que todas las decisiones han sido las incorrectas. No tienes que vivir una vida llena de conflictos, siempre tendremos el sonido de la respiración antes de que llegué el beso, aún tenemos noches interminables con risas y alquitrán. Siempre habrá quién nos regale un abrazo muy largo, una mirada de complicidad, todavía tengo muchas actividades pendientes para seguir probando que soy una mala influencia.  Me falta darle de que hablar a la sociedad.

Finalmente gané lo que nadie ha perdido y estoy viendo un mundo en otro mundo dentro de mí. En realidad, ya no me quedan sesos para pensar en el miedo al futuro que venga como sea. Aun conservo el instinto de bicho difícil de pisar.

Y aunque este solo aquí, me sigo riendo de las cosas que las personas hacen y sobre de todo riéndome de mi mismo. Tal vez necesitamos un descanso de la vida real, para perdernos en nuestros propios pensamientos.

De mi boca han salido palabras que han hecho daño, palabras que no podre retirar del aire. Es como querer colocar en las vías dos locomotoras impactadas.  

No se puede deshacer el daño que has hecho o te han hecho. Así que hay que encontrar un nuevo estilo de vida y una buena razón para sonreír, porque siempre sobran las razones para llorar.

Manda a un bar de señoritas a la muerte para que se entretenga un rato mientras llega por ti, que sea ella la muerte la que se preocupe por no llevarme.


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