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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







lunes, 4 de junio de 2012

Maldito Flipi.



No sé porqué les gustan los delfines, son unos pescaditos súper malhumorados.

Estaba de viaje con la familia política, era yo un invitado medio cómodo medio incomodo en un yate que cruzaba los mares del Caribe.  Si, supongo que han de pensar que padre viaje en un yate con el mar azul a tus pies y la greña ñera papaloteándome con la brisa marina, tu novia en bikinito y unos cuantos cocteles coquetos.

La verdad no siempre es como esperas, meterte a un yate con la familia política. Es estar en un caja de zapatos con lo que te gusta hacer, pero un montón de policías al pendiente de que te portes con dictan los cánones de la sociedad. Para una mayor entendimiento es como llevar a un niño con diabetes a una dulcería, para que pueda ver todas las golosinas pero ni de coña lo dejaras probar una. Entonces solo puedes ver pero no tocar y eso es lo más inhumano, en fin no quiero hablar de eso ya será tema para después. Vengo a hablar del maldito Flipi.

Pues resulta ser que por Cancún hay una isla en la cual tienen delfines para que los turistas se bañen con ellos a cambio de una pequeña cantidad de cueros de rana. Es crueldad tener animales así, pero en esa época no se tenía tanta conciencia del mal que se les hace a esta especie que debería estar cruzando todos los mares y no en jaulas de cristal.  Al estar el delfinario en una isla solo los pudientes que viajan en barcos privados pueden hacer el arte mexicano de colarse sin pagar la entrada. Y porqué no hay me ven con aletas y visor colándome con los delfines.

En menos de dos segundos tenían a unos montos de delfines nada a mi lado, pero cuál sería mi sorpresa al verlos a todos con el hocico abierto y una fila de dientes, tarando de conseguir un pescado de mis manos que no tenía. Hasta que el maldito líder de los delfines se puso malhumorado por no darles su propina, he inicio a empujarme por todos lados.  Sintiéndome en una película de terror nade lo más rápido posible soportando las envestidas del Flipi hacia la orilla que era un bonito rompe olas con piedritas afiladitas. 

Pálido por el miedo, con la adrenalina disparada y los pies como santo Cristo, sobreviví a este encuentro cercano con los “cariñosos” delfines. La moral un poco baja pero creo que pudo haber estado peor. 

En conclusión nunca crean que hay cariño gratis, si no tienes pescado en la mano no te mentas a nadar con animalitos “domesticados”, como si no tienes mucho amor en tu corazón no te mentas a enamorar a una persona. En los dos casos puede morir ahogado de sentimiento.

Hay me despido mentándole la madre al Flipi.

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