Los retornos de Guadalajara
siempre me son pesados, después de mi vista tengo dos días de depreciación pos parto. Siempre
la misma pregunta ¿valió la pena el viaje? ¿Qué hago aquí?
En casa de mis padres era un
conde de angora junior, de elegancia natural, con ropita planchada, majares de
doña Ana, luz, agua caliente y nunca me faltaba una buena noche ni algún buen
amigo para gastarla. No sabía pender un boiler, no sabía cuánto vale un kilo de
jamón, los calcetines me los quitaba y mágicamente aparecían lavados y
plancheados en mi cajón. Era el hijo de
don Felipe y doña Anna, era el ex novio de fulanita de tal. Me saludaban en las
calles. Las tapatías me guiñaban un ojo en un día suerte.
Ahora soy un maestro albañil, que
debe de prender el boiler para bañarse con agua calientita, hay noches de
absoluta soledad por lo mismo me vi obligado a brindar con extraños, los calcetines
se lavan junto con las camisas, los chones, los pantalones y no solo eso, hay
que saber planchear con arte y esmero. Las paredes llevan dos o tres manos de
pintura, las cerraduras se ponen con broca para concreto, los baños se tienen
que destapar con asco o sin él. Y al final de la jornada debes seguir siendo un
abogado de corbatita.
En esta ciudad soy un hijo de la
chingada, o un hijo de nadie, o vamos eres una alma más en esta ciudad linda y
hostil. En las calles me tengo que cuidar de no ser arrollado por uno de estos
conductores que tiene prisa por llegar a ningún lugar. Bendito anonimato pero
también de vez en cuando se extraña encontrarte algún fifiritas de tal haciendo
la compra.
Podría ratonar a la vida de
Guadalajara otra vez, pero como Cortez hace mucho que quemé las naves, no puedo
rendirme, porque alguna vez escuche que solo los perdedores renuncian y lo seré
el caluroso adjetivo que quieran poner mis ex, pero eso si perdedor en todo su expresión
de la palabra no me siento . Por lo que hay que seguir andando en esta ciudad, perdonadme
el no volar , y anquen siento que nada me sale o no me sale bien, de vez en
cuando me siento útil con independencia que me desespera un poco mi torpeza de
manos al barrer y trapear un piso. Pero al final se ve mejor mi pisto limpio
por mis manos, por que tiene una carga de orgullo.
Dicen que la experiencia es lo
que obtienes cuando no tienes lo que buscabas. En esta ciudad he obtenido un
montón de experiencia, un par de labios rotos, un corazón curadito, unos buenos
amigos, unos buenos hermanos, una perra que extraño en las mañanas, una
vecinita de seis años que me platica de sus clases de ciencias naturales
mientras yo decido aprender a poner unas persianas Americana.
Ahora también soy orgulloso
promotor de un café chiapaneco del Paluch´en que quita lo feo. Si lo feo de las
mañanas de nostalgia.
Me despido tengan el más bonito
martes.
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