Con un buen dolor de muelas,
retornando a la ciudad capital. El dolor de muelas es comparable a masticar un
chicle retacado de agujas. Ya tenía curadas las muelas derechas, ahora las izquierdas anuncian la inminente visita al dentista en
calidad de urgencia. Lo que no me mata me hace más fuerte, pero quién puede ser
fuerte cuando no puedes siquiera masticar un pedazo de pan mojado con atolito.
Sin importar cuantas veces
retorne a mí coloca favorita siempre, siempre me sorprende la cantidad de
trabajadores de la construcción que llega conmigo, es un hormigueo de colores
vivos con carne morena, distintos estilos de peinados, todos con mochilas
colgadas a la espalda, todos compitiendo por llegar pronto a buscar una
oportunidad de seguir construyendo la gran Tenochtitlán, que sigue siendo tan brava como lo fue a la
llegada del conquistador Cortez. Un tanto más modernizada un mucho más sucia y
con un regenerado sistema de castas.
La ciudad no duerme, no da tregua, sigue recibiendo tributo en especie y
en sangre de los alrededores. Concentración masiva casí nueve millones de
personas vivimos aquí, y nunca se sabrá el número exacto de los que solo vienen
a laborar para retornar al pueblo o la ciudad pueblito, si no favoreció la
suerte dormir en la calle, como los miles de fantasmas que buscan recargar su
cabeza atormentada en alguna loza de concreto indiferente como la sociedad lo
es, indiferentes como el mexicano es indiferente con sus compatriotas y su
medio ambiente.
Yo enciendo un tabaco y me pido un
atolito de chocolate. La única idea que
cruza mi cabeza amodorrado por el run run del camión y es cómo venderle a todo
este ejército de constructores una taza de café. Para después ayudarlos a no venir más por aquí.
Para que se queden en su tierra porque la tierra tiene que ser generosa como lo
es cualquier profesión que uno elija hacer. Cuándo nos daremos cuenta que el dinero no se
come, que el dinero no se bebe, que todo es una bonita fantasía llamada capitalismo,
comunismo o una mezcla de las dos y la fantasía requiere sacrifico de
sangre y hambre.
No es dar caridad, es comprender
y aceptarse lo que se necesita para construir un paraíso terrenal, tanta
felicidad escondida a la vista de todos y seguimos buscando aumentar dinero en
la cuenta de banco, dinero que ya ni siquiera es papel ahora es un bonito bite
en algún ordenador.
En fin, hay que seguir avanzando
para perderse en el mar de gente que se mete al metro como hormigas al
hormiguero para seguir sostenido esta utopía de la gran ciudad capital.
La reina requiere más alimento, el gobierno
requiere más mano de obra para edificar bonitas casas de cartón con caros acabados,
que se pagaran en treinta años. Si la economía mundial no dispone otra cosa. Necesita
un campo abandonado para darnos de comer papel. Si es lunes, si mi dolor de
muela me hace revolucionario pesimista. Si lo único bueno que sea lunes es que el
próximo lunes es el día más lejano.
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