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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







jueves, 14 de junio de 2012

Güero güerito, a ti te gusta el pito.



No hace mucho asistí a la lucha libre, un espectáculo demasiado divertido, en donde se respira esa mala mexicanidad. La arena es una bodega condicionada para la lucha libre, y como buen reflejo de del pueblo separan a los “pobres” de los “ricos”.  Los pobres por lo general son más aguantadores pues al no tener butaca se defienden en grupos.  

Situación que refleja mucho el sentir mexicano, pues esta un dicho que dice: En este país están los ojetes y los jodidos. Si eres jodido no te metas con los ojetes. Ahora que si quieres ganarles a los ojetes has bola con muchos jodidos y ponles es su madre a los ojetes. Que en la vida real suele pasar, ahí están las revoluciones como muestra. 

Cuando anuncian a los luchadores, la verdad de las cosas es que nadie les pega la mínima atención. Ya que el interés de los espectadores esta inmersa en lo millones de gritos que afloran de las gargantas que escupen cerveza y fritangas. Hay un pacto implícito ahí vas a que te griten y tu  a gritar a los demás, puedes gritarles lo que quieras y nadie se debe enojar. 

Mi condición de rubio, dio aquella noche un sinfín de oportunidades para que la turba me atacara como perros en jauría. Se me ocurrió pararme al baño, cuando uno de estos me gritó “ Hijo de Bush, hijo de Bush”. La sensación que da que muchos dedos te apunten gritándote es un disparo de adrenalina, es un sentimiento muy parecido a tirarte del paracaídas.  Saliendo del baño la turba ahora me gritaba. “Güero güerito a ti te gusta el pito”.  Tenía que salirme rápido de los gritos y si más apunte a un pobre tipo con camisa roja y grité tipo Corazón Valiente “El de rojo es puto, el de rojo es puto”. He inmediatamente todos entonaban el lemita apuntando al pobre cristiano de camisa semi roja”. 

Ya tranquilo, viendo el espectáculo de ver como gritaban una cantidad de leperadas y ver la reacción de las personas, el de rojo cobró su venganza y me grito: “ Facundo, Facundo”. Y todos los espectadores me gritaban. Otra vez, a tratar de pasarle a otra persona  la carilla. Mis ojos vieron un tipito con saco y corbata mi victima perfecta.  Y apuntándolo con el dedo grite: “Trabaja en Suburbia, trabaja en Suburdia”.  Todos se le fueron al pobre sujeto de corbata a gritarle. 

Después a una “rubia” la turbia le gritaba “Güera coqueta, enséñanos las tetas”. Y la pobre señorita no le quedó de otra más que pararse a dar una vueltita. Inmediatamente después de haberse exhibido, la turba le grito “ facilota facilota”. 

Aunque los gritos estaban fuera de lugar según los cánones de la convivencia. No vi una sola cara triste. El chiste era gritar y aguantar los gritos. Una excelente terapia para el estrés. Nadie en su sano juicio peló a los luchadores, solo se escuchaba en sonido seco de una espalda al azotar contra el suelo del ring.

Les recomiendo un día asistir a estos eventos, tendrán que asistir preparados y en ropita cómoda. Si un rubio con un ligerito retraso mental como este que les escribe sobrevivo ustedes también lo harán.

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