No hace mucho asistí a la lucha
libre, un espectáculo demasiado divertido, en donde se respira esa mala
mexicanidad. La arena es una bodega condicionada para la lucha libre, y como
buen reflejo de del pueblo separan a los “pobres” de los “ricos”. Los pobres por lo general son más aguantadores
pues al no tener butaca se defienden en grupos.
Situación que refleja mucho el
sentir mexicano, pues esta un dicho que dice: En este país están los ojetes y
los jodidos. Si eres jodido no te metas con los ojetes. Ahora que si quieres
ganarles a los ojetes has bola con muchos jodidos y ponles es su madre a los
ojetes. Que en la vida real suele pasar, ahí están las revoluciones como
muestra.
Cuando anuncian a los luchadores,
la verdad de las cosas es que nadie les pega la mínima atención. Ya que el interés
de los espectadores esta inmersa en lo millones de gritos que afloran de las gargantas
que escupen cerveza y fritangas. Hay un pacto implícito ahí vas a que te griten
y tu a gritar a los demás, puedes gritarles
lo que quieras y nadie se debe enojar.
Mi condición de rubio, dio aquella
noche un sinfín de oportunidades para que la turba me atacara como perros en jauría.
Se me ocurrió pararme al baño, cuando uno de estos me gritó “ Hijo de Bush,
hijo de Bush”. La sensación que da que muchos dedos te apunten gritándote es un
disparo de adrenalina, es un sentimiento muy parecido a tirarte del paracaídas. Saliendo del baño la turba ahora me gritaba. “Güero
güerito a ti te gusta el pito”. Tenía
que salirme rápido de los gritos y si más apunte a un pobre tipo con camisa
roja y grité tipo Corazón Valiente “El de rojo es puto, el de rojo es puto”. He
inmediatamente todos entonaban el lemita apuntando al pobre cristiano de camisa
semi roja”.
Ya tranquilo, viendo el espectáculo
de ver como gritaban una cantidad de leperadas y ver la reacción de las
personas, el de rojo cobró su venganza y me grito: “ Facundo, Facundo”. Y todos
los espectadores me gritaban. Otra vez, a tratar de pasarle a otra persona la carilla. Mis ojos vieron un tipito con saco
y corbata mi victima perfecta. Y apuntándolo
con el dedo grite: “Trabaja en Suburbia, trabaja en Suburdia”. Todos se le fueron al pobre sujeto de corbata
a gritarle.
Después a una “rubia” la turbia
le gritaba “Güera coqueta, enséñanos las tetas”. Y la pobre señorita no le
quedó de otra más que pararse a dar una vueltita. Inmediatamente después de
haberse exhibido, la turba le grito “ facilota facilota”.
Aunque los gritos estaban fuera
de lugar según los cánones de la convivencia. No vi una sola cara triste. El
chiste era gritar y aguantar los gritos. Una excelente terapia para el estrés.
Nadie en su sano juicio peló a los luchadores, solo se escuchaba en sonido seco
de una espalda al azotar contra el suelo del ring.
Les recomiendo un día asistir a
estos eventos, tendrán que asistir preparados y en ropita cómoda. Si un rubio con
un ligerito retraso mental como este que les escribe sobrevivo ustedes también
lo harán.
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