Apenas el viernes me cambie de residencia.
Es un bonito departamento de los años treinta de ciento veinte metros cuadrados,
techos amplios y nada de paredes de plafón. Mismo que se encuentra en las ruidosas calles
de la Avenida Revolución en la linda colonia Tacubella, que al parecer no me
deja escapar. ¿Estaré condenado a ser eternamente el Kent de Tacubaya?.
Nunca me preocupé por comprar
muebles, pues consideraba que una cama grande, una tele grande y un mini bar. Son
los únicos bienes muebles que necesitan los departamentos de solteros. Y al
tener cubiertas mis pretensiones de posesión de cosas, pues el demás dinero me
lo gasté en lo que se “debe” gastar: Noches sin futuro, viajes dentro y fuera
del país, apuestas y todas las malas inversiones que se pueden ocurrir a una
peligrosa mete border. Por lo tanto sigo
viviendo más o menos al ras del suelo.
En toda la superficie del nuevo
departamento hay cajas de todos tamaños, atiborradas de cosas que posiblemente
nunca les de un uso distinto que no sea el acumular polvo en algún bonito
rincón, la mayoría de las cosas encajadas son de mi nueva compañera de depita,
la linda La Marina. El que tu compañero de departamento tenga una lida vajilla
de flores silvestres, un montón de chuchulucos para cocina y una cantidad de
adornos de buen gusto, para la crítica de las visitas. Es algo por lo que estoy sumamente agradecido.
Ahora estamos en el proceso interminable de quitar cajas, tarea que veo
sumamente difícil, ya que es bien sabido por los que nos hemos mudado, que
independientemente de lo que hagas siempre habrá cajas llenas de cosas
permanentemente.
Una de mis primeras vistas fue de
doctor literal, como las cosas en mi redondel mental se están poniendo
triangulares. He decido tomar una terapia con una linda doctora de ideas. Normalmente
se les conoce como Psiquiatra, a mi me gusta decirle mi loquera favorita. La
primera consulta fue a domicilio y hasta pude platicar las cosas que considero
que están mal en mi cabeza por falta de litio, acompañado por un lindo burbon y
unos cuantos humeantes tabacos.
Todo está bien, mi platica fluía,
mis complejos salían con cada trago y a cada bocanada me daba un poco de
claridad mental. Pero todo se interrumpió con ruidos extraños, mismos que provenían
del vecino del departamento de hasta bajo: ¡HUrrr, ufff¡, ¡Pues me vale yo soy
bien desinhibido¡. Eran los sonidos que salían del cubo de los departamentos.
Al asomarme para ver que carajos le estaba pasando. Mi miraba se topo con dos
tipos en pelotas platicando de lo más tranquilo. A saber, que carajos hacían mi
vecino con su amigo en pelotas, platicando al frio de la brisa nocturna chilanga.
Pero lo que si se que paso es que me dio pena, vamos una cosa es tener visitar
con tu departamento hecho un autentica zona de guerra y otra es que tus distinguidas
visitas se chuten la vida sexual de tus vecinos o sus costumbres extrañas.
En fin hay estamos, en el
principado de Tacubella. Con todo y sus habitantes salidos de los más extraños
cuentos de ficción.
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