Mi corazón latía con
tranquilidad, pero el papel del baño se movía extraño, así me agarró el temblor
con el Tigre de Santa Julia. Vamos que limpiarte el traserito con movimientos
telúricos debería ser considero todo un éxito en la vida.
De ahí camine de ladito buscando
el área de seguridad más cercana y aquello parecía un bonito viernes en un
despacho contable (dance). Tres señoritas aparatadas de una columna moviendo
las caderas, al copas de unas cuantas caras de miedo. Inmediatamente saqué mi
credencial para votar con fotografía y me la puse en la boca, por si el techo
se cae encima de mi humanidad, por lo menos me lleven a un lugar bonito a pasar
la última morada y no me pongan en una fosa común con cal. Mi primer temblor en la ciudad de la torta de
tamal y mi humanidad tan tranquila.
En caso de temblor, conserve la calma y el
buen humor que al final de cuentas no sabemos cuánto días le quedan a nuestra
existencia y me gustaría despedirme de este mundo con una frase que haga reír.
Todos salimos del edificio como
cucarachas en quemazón, la verdad de las cosas es que sigue estando presente el
temblor del ochenta y cinco en esta ciudad. No se les puede culpar, pero si
culpo aquellos progresistas que llenaron los canales con tierra, y ahí pusieron
tantas casas.
Hablan de los temblores, de cómo se
sintió y yo lo único que quiero es sentir el temblor de un lindo cuerpo
femenino al momento de abrazarla, no todos los temblores son malos. Lo que si
fue un poco sorprendente fue que acaba de escribir que necesitaba hacer temblar
mi cuerpo y dos horas después tiembla, es hora de solicitarle al circo de la
vida me mande los números del melate.
En fin no podía dejar escapar
estos momentos de pánico colectivo, para escribir después de un bonito temblor de nervios
por toda la espalda. Tranquilos Chilangos fue solo un recordatorio que en
cualquier momento estamos en el otro barrio.
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