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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







viernes, 2 de marzo de 2012

El mejor placer que tengo en la vida, es hacer lo que la gente me dice que no puedo hacer.



Aunque pareciera que voy caminado en automático, siempre estoy a la espera que algo cotidiano me sorprenda. Y justo cuando ejercía mi sagrado derecho de quejarme de todo, me llegó aquella imagen del viejito bailador. 

 Lo veía casi todos los días en mi tiempo mozo de pasante del despachoescuela VIPA. El viejito bailador tenía muchos años y se notaba la que la vida de calle le estaba pasando la factura de las muchas noches inclementes, dormidas en una banca de un parque del centro de la Ciudad de Guadalajara. A pesar de los estragos en su cuerpo y de su situación de calle, siempre me dio envidia la manera en que vivía aquel personaje callejero, pues su modo de vencer la adversidad consistía en bailar afuera de una tienda de discos.
 Sin importar que canción ponía la tienda, el bailaba en la calle con movimientos torpes pero con una sonrisa de oreja a oreja.  Bailaba sobre una cobija mugrosa que posiblemente era su cama y un platito de plástico donde pedía a los peatones alguna moneda. 

Supongo que tenía muchas opciones para esperar que le llegara su última hora. Meterse a un asilo de bajo presupuesto a marchitarse en un pasillo con un rayito de sol, mendigar afuera de la casita de Dios o darse un tiro. Pero este sujeto no quería caridad, quería trabajo sin importar que fuera de bailarín callejero y esperaba que la huesuda lo encontrara bailando. O al menos eso creo yo. Como cada que pasaba por su lugar de trabajo, siempre le regalaba alguna moneda, nos veíamos con gusto. Un buen día cuando termino de bailar lo invité a una cerveza en un barecito de por ahí. 

Me platicó su historia llena de demonios y mala fortuna, pero al final me regaló un consejo de vida que se me olvida muy a menudo, por andar quejándome de estupideces. Sus palabras fueron más o menos:  “El mejor placer que tengo en la vida, es hacer lo que la gente me dice que no puedo hacer.”  No se dejó vencer y créame tenia mil una razones validas para hacerlo. No necesito decir más.

También este día que he decretado hacer homenajes a esos personajes que aparecen poco tiempo en tu vida en forma de extraños, pero que dejan sus palabras tatuadas en tu alama, rindo tributo a mi maestro de Golf. 

Tomé creo que cinco clases como máximo con un Estadounidense veterano de guerra, también de edad ya muy avanzada. Me empezó a gustar el golf, pero lo que realmente quería era ganarle una vez a mi querido amigo la Lota en el Golf, nunca pude. Pero gracias a este ego frustrado conocí a este viejito.  Tenía un ojo de canica, una mina antipersonal le había arrancado parte de la cabeza y esta re armando con titanio. Me tenía un mar de paciencia cada que le pegaba al aire y no me dejaba salir de la clase hasta que no tirara un bonito tiro. Tenía una novia mexicana la cuál adoraba.

Y un buen día me comentó su historia de guerra, el decía que lo hicieron teniente de manera rápida porqué a los demás tenientes los mataban rápido. Que no podía hacer amigos pues los mataban como moscas. Pero que lo que lo salvó de no estar más loco es hacer lo que le gusta y lo que más le gustaba en la vida era el Golf. Ahora viaja de país en país dando clases de Golf y buscando novias. 

Al final de cuentas si haces lo que te gusta hacer y lo haces bien. Tienes un pedacito de cielo que ¿no?.

Por favor sea usted Feliz, son los deseos de esta lesbianita perfecta.

1 comentario:

  1. Carlos Beltran estamos tan acostumbrados al circo social y a interpretar tan impecablemente ese papel que nos auto asignamos o peor aun dejamos que no lo asignen cual numero de barras que no solemos observar ni escuchar mas allá de solo lo que queremos he hay una muestra de lo que se debería de buscar saludos

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