LA CASA DE LA RISA.

Como es de su conocimiento querido lector, la humanidad de este tan de usted y tan de nadie sexy y barrigón, habita en un lugar mágico denominado por el argot de las buenas personas chilangas la “casa de la risa”.

Dicho lugar es una edificación de los años treinta según los comentarios que he escuchado por ahí, el piso se mantiene original, muchas veces truena al caminar, si tienes buen ojo observador la casa de la risa es un portal a otro tiempo, quedan muchos restos de evidencia de la clase media de aquella época, así mismo tenemos que la casa no le dan casi los rayos del sol por lo que la hacen una linda congeladora, puertas y ventanas le dan un saborcito a casa de abuelos.

Yo me he enamorado mucho del lugar, creo que es el primer lugar que puedo considerar hogar desde que salí un tanto exiliado de Guadalajara y otro tanto buscando algo parecido al amor.

Lo que tengo que platicar, lo discutí muchas veces con mi conciencia, pues no quiero parecer mentiroso o cosa similar, pero tengo una duda muy fundada que en ese bello lugar lo compartimos con una fantasmita, que para resumir le he puesto cariñosamente Angélica.

Han de saber que soy una persona que no cree en esas cosas de fantasmas, lo juro. Ni en seres de otros planetas, nada que no pueda ser normal. Pero después de ciertos eventos estoy empezando a deducir que si hay una ser que también está enamorado de la casa de la risa.

Todo inició una noche de un lunes cualquiera, cuando de la nada sentí literal como si una gran fuerza me tomara de los pies y me empujara contra la pared, con una fuerza sobre humana, yo quería gritar de terror, nunca había sentido en mi vida cosa semejante, pero el grito quedo ahogado de mi garganta. Inmediatamente después me pude levantar y mi gran sorpresa fue que “no había pasado nada”.

Después de eso, pasado unos meses, me estaba bañando cuando de la nada, sentí que me resbale y toda mi humanidad se impacto contra el suelo, me incorpore como pude, pero cuál fue mi sorpresa cuando no había jabón el suelo o algo que hubiese provocó el tremendo resbalón. Asumí que la misma persona me había “empujado”.

Pero esta no es una historia de miedo, mi solución no fue hablar con un sacerdote, o mandar poner agua bendita, si hay un espíritu ahí tenía que ser el espíritu de una mujer.

Entonces todos los días saludaba al fantasmita, y hasta le dedicaba un par de bonitos pensamientos, y que gran diferencia.

Ahora no me despiertan con ese sentimiento de terror de jalarme las patas, ahora ciertas noches, siento que me cuidan en las noches cuando estoy solo, que hacen que no me caiga del baño, y lo mejor es que ahora sueño casi todo el tiempo cuestiones de amores basta agradables.

Quién sabe que sea, pero eso si les puedo decir con fantasmas mala copa, o fantasmas enamoradillas yo me quedo ahí. Total miedo a los vivos.