Sigo buscando entre mis tripas, el color de mis letras. Todavía
no sé escribir como usted se da cuenta al momento de leer mis cotidianas
estupideces.
Y sin embargo manoseo el teclado como si mi vida dependiera
de ello. Podría ser más barato contratar
un psicoanalista y menos penoso, que desnudarme el alma para extraños. Este
medio es mi puticlub favorito. Es donde los sentimientos bailan con las ideas
al calor de la luz tuene y la poca ropa.
Once del once a las once con once, fue la idea que me despertó
en la mañana. Con todo respeto para lo que creen en eso de las profecías, la
numerología, la cinesiología o cualquier otro tipo de opio para el pueblo. Para
mí no es más que otra fecha en el calendario. Me sigo impresionando como las
personas dejan de creer en mí y creen en cualquier pendejada. Un casero no me
pude dar un contrato de renta sin que le de un aval de alcurnia. Pero si puede
creer que en este día los mayas de ultratumba nos mandaran rayos gama de buena
onda.
El mundo sigue dando vueltas al ritmo de la soberbia de mi
raza mandril parlante que busca darle nombre a todo, busca entender todo lo que
pasa, incluso después de dejar de existir. La vida eterna nos ha costado muchas
vidas inocentes, y todos tan tranquilos.
Deseo que este día pase rápido, me levante hostil y de
malas, extraño a un personita y eso me tiene más que enojado soy un adicto al
cariño, pero este sentimiento cutre no
impide que les diga que eso del once a
las once con once del once no es más que otra tontería más
hecha para aquellos que les
gusta vivir de la fantasía.
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