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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







viernes, 28 de octubre de 2011

Existen dos maneras de ser feliz, una es hacerse el idiota y la otra serlo.




Tenía el corazón apachurrado y mal trecho, muchas ganas de mojar mi soledad en mezcal, la compañía me daba lo mismo. En otros días hubiese albergado la esperanza de encontrar unas chatitas por ahí, para hacerlas reír. Pero ayer fue distinto ayer quería ser invisible, tenía ganas de ser espectador de los entes que se mueven en torno de los que buscamos pasar las horas nocturnas metidos en un bar.

El lugar el de siempre, pero esta vez era distinto. Una señora paso a mi lado con una niña de seis años, solicitándome permiso para lavar mi coche, sobra decir que era una manera elegante de causar lastima, ¿ayudar? Lastima la lástima. Nuestro país necesita leyes que eviten usar a los niños para pedir limosna, siendo honesto si no pudieron evitar que un padrecito caliente violara niños, lo otro será más que imposible. Si, en México no hace faltan leyes, hace falta quién las cumpla o las haga cumplir. Al final le di una moneda reluciente de diez pesos para pagarle su actuación o por no quedarme con las ganas de ayudar.

Una mesa estallaba en risas, un grupo de niñas intelectuales se reían de las babosadas que escupía un tipejo vestido a la más ultranza de último de los Mohicanos. Envidia siempre corre por mis venas cuando un estúpido que no soy yo está rodeado de señoritas. Las niñas y sus galanes se salen del bar a fumar y la mesera atrás de ellos con cuenta en mano. Pasaron dos horas y tres mezcales, afuera un frio mata indigentes hacia su trabajo en las pieles que dejaban ver las señoritas. Los galanes se hacían más que estúpidos con la cuenta, se sentía un estrés en el aire, las tipas tenían más kiwis que los caballeros. Ahí estaban haciéndole frente al Toro alegando usos de tarjeta de crédito, alegando que no era su cuenta y todos los pretextos que usamos aquellos que salimos de copas con bajo presupuesto.

 Odio ver a las personas pelear por dinero y como estoy intoxicado de Henry Miller me acerque a la mesera y con enfado solicite me dejara pagar la parte proporcional de las señoritas las cuales aceptaron con la misma pena que tenia la “lavadora de coches”. No recibí las gracias, lo que me dieron los que acompañaban fue muchas palabras que se resumen en “imbécil”, ¿Cómo pagas cuentas de ajenos?, Pagaste a una que era tu vieja ¿Por lo menos les pediste el teléfono?. Hombres en celo, no solo se pagan cuentas a las señoritas que te quieres llevar a la cama o enamorar, se pagan las cuentas de extraños porque vicios y enfermedades me hacen falta para terminarme lo que tengo. Fue mi respuesta independientemente que la semana pasada me las vi negras en cuanto a dineros se refiere. Pero ahí estaba yo de imbécil pagando cuentas. 

El calor del mezcal ocasiono que saliera del bar otra vez, ahora pasó por mi lado un pepenador, cada basurero por el que pasaba era vaciado, una vez seleccionado el material valioso el resto era depositado otra vez dentro del basurero. No me pidió nada, ni siquiera se molesto en verme. Eso es una manera decente de ganarse la vida, recogiendo las latas de cerveza que los borrachos botan en la calle. Me le acerque y de mi cartera saque un billete de doscientos pesos, ¿Poco? ¿Mucho?, no sé espero que lo use para darse un gustito. Hay imbéciles como yo que apreciamos ver el esfuerzo de los demás porque no hacerles un regalito. 

Y después de ver toda la porquería que podemos hacer los changos parlantes, decidí hacerme el imbécil de lo que le pasaba a mi alrededor, mi cartera ya lloraba por mis generosidades. Claro soy imbécil y también me gusta hacerme.      

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