Me desperté agradecido y es que hace mucho que no soñaba tanto como anoche. Hablar de sueños es hablar de nada, pero me desperté motivado. Vamos a tomar el círculo de la vida y hacer el hula hula con él.
Cuando mude residencia hace ya casi cuatro años a muchas personas les deje de herencia mi reputación para que hicieran con ella lo que les pegara la gana, no me despedí, tome todas mis pertenencias en dos maletas y a buscar mi sueño. No sabía bien que era mi sueño, pero si sabía lo que no quería y en ese momento no quería estar en la comodidad de Guadalajara. Vámonos a la ciudad capital a buscar el destino, dejando en la tierra natal toda la vergüenza, todas las cosas de hastió y también toda la melancolía por las buenas personas que no volvería a ver. Si hubiera sabido lo mucho que costaría, seguramente lo haría otra vez. He hecho una elección, quién sabe si fue la correcta pero de haberme quedado en Tapatilandia estaría pensado en mi vida en el Distrito Federal, zurrado de miedo. Espero que valga la pena, lo que he visto aquí es basura, pero también he sido testigo de grandes regalos. El 99% de las personas que he conocido son hijos de la chingada, pero por el uno por ciento restantes, vale la pena haber hecho el viajecito. Pudriéndome en mi dormitorio, tal vez he estado ciego y me sonrió mientras me desmoronan las ganas de tener la vida resuelta. Hay que olvidar todo lo doloroso, hay que comenzar mi futuro hoy, aunque la comida no sea otra cosa que carne muerta y mi cáncer este disfrazo de tabaco. Pero el sol me sigue brillando igual en mi nueva ciudad me cuelgo un sonrisa todos los días, enciendo mi cigarrillo y me pongo a trabajar. 
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