Mi barca pasaba por una tormenta de
ideas, todas tendientes a la desolación, el miedo se apoderaba de la noche. Estaba
perdiendo mi dopamina esa droga legal que hace que creas que todo está bien
cuando en realidad, no todo está bien. El eco de la soledad se multiplicaba
como voz en parlante. No me gustaba nada a donde me estaba llevando el miedo. Y
claro aquí viene otro ataque de pánico.
Hiperventilación, y un bombardeo
de imágenes de situaciones de penumbra. Me sentía triste, me sentía solo y suponía
que todo salía mal. Ya no quiero buscar la belleza o el amor, no quiero nada
que no sea una situación solida de autoestima. Estaba sintiendo la humillación
mezclada con el sentimiento romántico de un triunfo titánico. De carne débil esta hecho mi cerebro, se
asusta con problemas que se puede solucionar. Vamos a meternos a la cama y
saber diferenciar entre problemitas y catástrofes. Los primeros los puedes
solucionar las segundo te tocan y no hay nada que se pueda hacer.
Me encanta la forma de hacer un pánico, en una
situación para tranquilizar las señales de alerta del futuro, que se tarda en
llegar. Mientras todo a mí alrededor parece romperse, me acuesto en la cama a escuchar
el sonido de todo al chocar. No hay enojo ni tampoco tristeza. Podría tener
todos estos sentimientos contra los que me vendieron un estilo de vida muy
ajeno a lo que yo hubiese querido para mí. Suena poco probable solucionar mi
poca autoestima culpando lo que no puedo cambiar y sé que mañana me despertare
encontrando que mi vida ha cambiado. Aunque siga todo igual, me doy cuenta que
cambie en la noche. Se todas las respuestas, pero siempre estaré equivocándome,
solo estaré confundiendo o confundido. ¿Por qué es tan difícil darse cuenta de
una verdad tan simple?.
Una problemática, un espíritu, un montón de
pendejadas en mi haber, y el tiempo que queda para vivir haciendo lo que me
gusta hacer.
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