ACOMÓDATE

Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







lunes, 26 de septiembre de 2011

Tratado de los Kiwis.



 
Qué son los besos. No es más que pegar los labios y hacer un intercambio de saliva. Qué tiene este acto que crea una adicción. Donde el mundo se detiene por un segundo al sentir descargas de adrenalina que se van haciéndose paso por un tu sistema nervioso central. Qué tiene de especial la saliva, si caminado en la calle alguien te escupe es una ofensa, pero si te da la misma cantidad de saliva en un beso hasta le pones casa. Qué hace la diferencia, al final es saliva.

Juraba que seria para siempre ese gorgoreo de mariposas intestinales, pero algo cambio su forma de pensar sus besos insípidos me lo advertían. No tardaría en dejar de contestar mis llamadas y reírse de mis chistes. Apenas hace dos semanas fallábamos como conejos en un motel de la Condesa, cuarto 312 por 300 morlacos teníamos seis horas de besos, no usábamos ni la mitad, ya que su papá interrumpía llamando como sicótico al celular y después discutíamos metidos en el coche mientras afuera llovía tupidito. No era mujer para la bohemia. Yo suplicaba una ejecución amorosa rápida y sin dolor. Si se va a largar que fuera de ya, que me déjame libre para aprender a morir de amor otra vez, quién un su sano juico quiere que lo vean con ojos de ternura no soy perro faldero. Puta madre como llovió, quería que se bajara del coche en chinga y no viera para atrás. Así terminamos la historieta de la niña fresa que se enamora del ejemplar de todo lo que prohíbe mamá. Las lágrimas de cocodrilo se escurrían discretamente por su cara de gata en celo. Esas piernas torneadas, esas tetas de pezones generosos y los besos arrebatados de locura momentánea, jamás se estrellarían  otra vez en mi cuerpo.

En el momento que se metió a su casa, los sentimientos me aplastaron el pecho, apretando las ganas de besarla toda la vida. Todos los planes se quedarían en el tintero. Regresarían todos los dragones de la desilusión, liberados una vez que me cerraron la llave de paso de los besos.

No tardaría el suplemento de sociedades en avisarme que pronto saldría con alguien que ocupara mi lugar y no sería nada parecido a mí, muy seguramente será un integrante de la lista de los caballeros de la buena sociedad un tanto patán otro tanto insípido que le morderá esa boca que me escupió las verdades en la cara un día donde afuera se caía el cielo y yo deseaba mojar mi soledad en mezcales.

¿Será tan fácil olvidarse de mí?, muy seguramente. Pero antes que se fuera de mi vida le solicite de la manera más atenta, si me regresaban mis Kiwis para colgármelos una vez más.  
Los necesitaba para andar otra vez, sabía que los necesitaría para invitar a una señorita a bailar, también los necesitaba para enderezar mi manera de andar. Ella no necesitaba mis Kiwis para eso. Yo los requería para ser un hombre otra vez, para no estar de rodillas a sus pies mendigando un par de besos. No quería vivir mucho tiempo sintiendo lastima por mí, por eso en calidad de urgencia quería mis kiwis de regreso.

Cuando los sentí contentos colgados de mí, me salió del alma un “ni que estuviera tan buena”, y con eso levanté el vuelo en los cielos de la soltería.

1 comentario:

  1. Mi querido amigo tus palabras transmiten tantos sentimientos encontrados! Te felicito por encontrar esta manera de desahogar, lo que muchas veces tratamos de ocultar. Cuidate y no dejes nunca de hacerlo!!

    ResponderEliminar