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Llevaba mucho tiempo sin sacarme de las entrañas las palabras y es verdad que me han costado mucho, porque yo no sé hacer bienvenidas, ni despedidas. Pero la cosa no es ponernos cursi, espero que disfrutes el fascinante mundo de este Sexy y Barrigón. (Si no disimula.)







jueves, 8 de septiembre de 2011

La vida en Distrito Federal.

La puerta de mental a medio pintar dejaba ver todo mi “coto”, una pedazo de tierra para pobres clavada en el corazón de una colonia para ricos, cariñosamente decía que vivía en la embajada de Tepito dentro de la imperialista San Ángel. Los contrastes de la Ciudad de México permiten que en algunas zonas residenciales de antaño el caviar sea vecino de la tortilla con nopales.

Cuando los compañeros de trabajo me preguntaba en donde vivía, y yo contestaba que el calle Reforma de San Ángel, siempre supusieron que tenía el suficiente dinero para pagar una renta elevada y me trataban como Junior. Nadie ve lo que somos y todos ven lo que aparentemos, nunca di explicaciones del lugar donde vivía, fue el tiempo del famoso Cuchitril. Los rubios en México somos víctimas de racismo, pues te tratan como rico o como pendejo.

El cuchitril es una exacta replica de la vecindad del chavo del ocho, mi casera era una gorda generosa, ese tipo de personajes citadinos que todos los días hacen tráfico peatonal pues solo tienen un par de piecitos para mover todo el mundo de carne que forma su anatomía, jamás tienen prisa para caminar ni las ganas para hacerlo. Lo más sorprendente de esta casera era sus pequeñas tetas, en mis noches de whiskey solía referirme cariñosamente a ella como la gorda chichis de frijol, además de ser mi casera era dueña del restaurant favorito de mi economía, no sé cuantas tortas insípidas de jamón con algo parecido a la mayonesa me devoré de su tiendita además de las inmaculadas sopas instantáneas o caldo para huevones que también hacían su aparición en mi menú de sobrevivencia.

Apenas tenía un año en la ciudad de México, y me encontraba en la peor situación económica y sentimental de mi vida. Estaba varado en una ciudad hostil sin conocer a personajes incrustados en el mundo del derecho que me abrieran las puertas de su despacho o me recomendaran a uno. Tampoco tenía clientes para poner un despacho. Me había equivocado en todas mis decisiones. De ser niño de casa bien ahora estaba en las filas del desempleo sin nada de ahorros y deslizándome por el túnel de la depresión, no me preocupaba tanto la condición de pobre, siempre he sido pésimo ahorrador de dinero y de vida todo lo que gane de sueldo lo gaste, nunca me preocupe por los días lluviosos y ya estaba en el diluvio universal lo que me dolía era el sentimiento de soledad. Los días me sabían a lo mismo cada día que pasaba era exactamente igual al anterior.

En mi cabeza retumbaba la maldición de la Diaz, esa misma que me hecho cuando le comenté que la tenía que cambiar por la Gacela pues me había enamorado de la segunda. Y había quemado mis naves en nombre del amor o lo que parecía amor, cómo se me podría juzgar, si en barco que salió de Panamá la encontré o ella me encontró y solo fue cuestión de química con física para hacer funcionar o medio funcionar un noviazgo fugaz y condenado a morir antes de nacer. Salí mal del triangulo amoroso terminé maldecido por una y olvidado por la otra. Solo y pobre

Despertaba en un colchón tamaño infantil, a mi lado un cenicero atiborrado de colillas retorcidas de la noche anterior. Viví al ras de suelo en el cuchitril no contaba con un mueble, no había mesita de noche, no había un closet todo estaba depositado en el suelo. Mi único arancel de casa fue una cafetera petit para dos tazas de café que fueron mi desayuno por algún tiempo. Me quitaba mi pijama roja adornada con tarritos de cerveza y empelotado pisaba aquella alfombra cuyo color original jamás pude descifrar, manchas grises, mancha negras con tintes rojos, había polvo incrustado en las fibras fechadas en el antes de Jesucristo. La entrada al baño era un panteón de cucarachas independientemente de la cantidad de cloro que ponía en el piso siempre había en promedio cuatro cucarachas patitas arriba y dos a medio morir ya ni me inmutaba al verlas. La puerta del baño era muy parecida a la entrada de una cantina del viejo oeste entrabas al practico baño donde fácilmente podrías estar haciendo mierda lavándote los dientes tomando una cálida ducha. Salía de mi baño matutino para escoger la ropa, pantalones vaqueros, una camiseta, tenis negros desvencijados y listo a buscar trabajo. Saludaba a mi casera que siempre estaba con un nuevo chisme que contar, intentaba poner cara de atención mientras hablaba pero mi cabeza me cantaba ¡es Winnie Pooh es Winnie Pooh¡.

Ahí estaba en el cibercafé que ni era ciber pues el internet era bastante lento y nunca vi que vendieran café como era cliente frecuente del lugar ya saludaba al encargado del lugar que se marchitaba cada día más rápido en su fuente de trabajo, verlo en ese estado de salud mental me motivaba a buscar rápido un trabajo antes de terminar como él metido en una computadora bajando cantidades industriales de pornografía.

Mandé mi C.V. a cuanta empresa necesitaba abogado no importaba si necesitaba abogado penalista, laboral, mercantil lo que fuera estaba dispuesto a aceptar según el perfil de la empresa mandaba un CV, editándolo y agregándole florecitas jurídicas inexistentes. Si había que mentir mentía de frente. Si el sueldo ofrecido era bajo manda un mail solicitándoles de la manera más atenta no fueran ofensivos con los desempleados y terminaba mentándoles la madre que los pario. “Abogado titulado con seis años de experiencia horario de trabajo de lunes a sábado de 8 a 8 sueldo ofrecido seis mil pesos”. Hágame el chingado favor la vida de limosnero ofrecía mejores ganancias que la vida del hombre de traje gris.

Continúa y continuara los jueves.

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