Sonido seco y hueco sobre la
alfombra industrial de la sala de espera 55 del aeropuerto de la Ciudad de
México. Mi café desparramado, quedó mojando el suelo y no mi sistema nervioso
que ansiaba la cafeína. Me dormí con la
mitad del cerebro, la otra estaba contando las horas que hacían falta para
llegar a tiempo a la terminal aérea, pero como siempre llegue cuatro horas
anticipadas. Esta maldita puntualidad alemana un poco exagerada. Nunca he
perdido un avión, ha pero como he perdido horas de sueño por la angustia de no
perder el avión. Y ahí me ves en los aeropuertos, medio zombi medio en
automático, molestando a cuanta señorita tenga un pin de la aerolínea que me
encuentre, solicitando la puerta de embarque.
Qué se hace con cuatro horas de
anticipación. No te queda más que reprocharte qué carajos haces vestido con un
pantalón negro roto de la nalga derecha, un camisa azul sin un botón, un
chalequin de mesero, un coqueto bombín hecho a la medida y un abrigo de
vagabundo. Y la espalda la mochila inadaptable de mi amigo Peñalosa. La misma está
hecha de cuero lanudo, hecha como para durar, seguro lleva dos siglos de
existir. Y con ella en mi lomo, me gusta fantasear. Que fue de un cartero
Austriaco enamorado, que viajo a las Américas para entregar personalmente una
carta de amor para la chatita que se le fue. Por lo tanto merece la pena
llevarla a su lugar de origen.
Cuántas noticias buenas y malas
viajaron en esa mochila. Cuántas cartas de desamor y esas cosas que hacen que
se escriba la historia de la humanidad. Todo el peso de la vida de millones de personas
y ahora en pleno dos mil doce esta llenita de tabaco y de Aviarios libro
recomendable de poesía del Peñita. Ahora necesito encontrar una pluma para
escribir. Comprar una pluma en una tienda de recuerditos de turistas es mala
idea están caras y cursis. La idea sería obtenerla de alguna alma caritativa
que me quiera prestar una. Pero nadie se apiada de los escritores cuando
estamos en apuros de material o de bocas para besar.
En medio de mi angustia para no olvidar esas
frases para escribir mi nariz detecta el aroma dulce de perfumes caros y ropita
de esas de diseñador. Una estampida de señoritas de sociedad tapatías me
acompañaba en la tenebrosa sala 55, una que otra cara maquillada se me hace
conocida. Pero me dan un poco de miedo, son mi pasado y lo que pudo haber sido
mi fututo, si hubiese sido aplicado en la escuela, en las reglas de sociedad y
sobre todo si no me hubiera revelado contra todo lo que se quería para mí.
Por lo mismo evito saludarlas y
me divierto con el chisme. Se van a Miami ciudad de la silicona y la poca
cultura, al menos que la cultura sea visitar el centro comercial y los centros
de bañistas, donde se presumen los cuerpos esculpidos por las horas
interminables de gimnasio o las horas y los dineros en los consultorios de
cirugía plástica. Podría cambiar el lugar de la vacación a Miami sin problemas
no soy nada cultural, total Europa me espera toda la vida. Y me imaginé
persiguiendo de bar en bar a un grupito de tapatías bronceaditas con un velito
de novia y buscando tipos como yo que quisieran hacerla de bailarines exóticos
para hacer una autentica despedida de soltera, por si las dudas memoricé el
hotel de Miami donde se quedarían estas señoritas.
Pero cambie de opinión cuando la
novia habla con su prometido para despedirse y le avienta un “te quiero”, tan insípido
como supongo ha de ser su relación. Agradezco no haberme enrolado en ese personaje
de ser marido de una fifiritas de tal, solo por el hecho de tener apellido bonito.
Soy un bicho para ellas y para mí son señoritas entrenadas en ese estilo de
vida de casa, coche, perro y niños en escuela de paga. Estilo de vida que no me va. Al menos
mientras intente autodestruirme en búsqueda de aquella alma solitaria que me
quiera mantener el corazón contento y la boca llenita de besos. Si no la
encuentro, ya tendré dinero para comprarme una esposa.
Agradecí que dejaran olvidado un suplemento de
sociales, que hojeé y me pico recordar lo mal que me llegué a sentir cuando en
una de estas estúpidas paginas me entere que mi ex novia salía con uno menos
idiota que yo. En fin, para que recodar malos momentos.
Tendría que recordar lo mucho que
me odiaba, prueba de ello lo tengo en las muelas, era tan despreocupado por mi
mismo que dos caries del tamaño de un cráter lunar siguen siendo recordatorio
de los tiempos en los que me odie sin merecerlo. Ahora ya me quiero un poquito
o al menos me tengo un poco más de paciencia, estoy loco pero con ganas de
hacer más cosas idiotas en mi vida. Como lo es este viaje, sin preparación, sin
preocupación, sin planes ni horarios. Que la vida me enseñe sus pechos o su
trasero. Me da igual.
Por fin, hora de abordar allá voy,
con el más estilo de Chaplin de bajo presupuesto y una sonrisa idiota en la
cara para subirme aquel pájaro metálico y asientos plastificados. Pero siempre
te hacen pasar por primera clase, y no sé si sea mercadotecnia de las
aerolíneas o para hacerte sentir pobretón, pero los que usan la primera clase
no lo pasan bien, pues todos los que vamos como blanquillo de perro en la clase
turista por decir jodida, les aventamos una miradita de maldito rico.. En
cuanto sentí aquella comodidad plástica y ver que mi compañera de asiento era
una gordita con la cara retacada de espinillas barritos y un aliento agrio como
el mío, decidí dormir en calidad de urgencia.
Pero el maldito avión no
despegaba y de estar listo en la pista de despegue retornó a la maldita sala 55
otra vez. El capitán anunció que por problemas técnicos teníamos que retornar
para checar el respaldo del iniciador de motores, a la mierda tantos aviones y
me tocó el tullido del motor.
Ahora sí a platicar con la
gordita con acné que después terminamos siendo amigos, ella estaba de visita en
Atlanta para ver la final del americano, yo solo de escala para visitar España.
Ella me presumió su teléfono inteligente y sus atributos comprados con la
tarjeta dorada. Yo presumí que era escritor de sociales.
Después de la plática de
extraños, esa que no lleva a ninguna parte, me disculpó porque quería dormir un
hora más. Y me recargue en la ventanilla con mi cuerpecito arqueado. Fingí que
dormía para no faltar a las buenas costumbres pero realmente era aburrida su
plática. En el inter me receté toda la plática de la gordita y su compañero de
viaje. Solo hablaron de celulares inteligentes y de los costos de los mismos. Y
ahí fue cuando mi digestión se puso pesada y sin querer pero queriendo se me
caen un pedito, vamos una flatulencia. Esperaba con todas mis ganas que aquello
no oliera, lo cual pasó. Pero lo que si pasó fue que salió sonidito agudo de mi
pantalón, después del sonido de mi trasero, los compañeros de asiento se
quedaron mudos todo el vuelo y claro yo me hice el bien dormido. Al final me
importó tres pepinos sus celulares, nada como el sonido de la digestión para
acreditar que los celulares modernos no pueden reproducir una melodía como la
que salió de mi cuerpo a mil quinientos pies de altura. A la hora de pisar
suelo gringo mis amigos tecnológicos salieron por pies sin despedirse. Que mala
educación ¿no?
Marina Hernández Rubio Pff!en verdad fui super fan de este werillo!la espera y las ansias de escribir creo q valieron muchisimo la pena!se lee divertido, vivaz, fresco, etc!la inspiracion regreso!yeah!!!:)
ResponderEliminarJajajajaja ah que las flatulencias jajajjaja...
ResponderEliminarQue bueno que ya te quieres un poquito, que te hayas revelado y estés haciendo lo que te gusta. Creo que así es más seguro que encuentres lo que buscas. Muy buen artículo =)