Toda
la tarde no puede dejar de pensar, porque me comentaron que ya no entretengo
cuando escribo. ¿Se acuerdan cuando escribía sin faltas de ortografía y temas
importantes?, ¿no? Yo tampoco.
Seis
de la mañana ya despierto, viendo el techo esperando que el timbre del
despertador suene. Me desperté con dolor de sueños rotos y todavía
bostezando. Vi el espejo con horror, el rostro que se reflejó no era el mío.
Al menos no me sentía tan mal como me veía. Una cara de adicto a la
cortisona, marcada con rasguños de sabanas y un par de lagañas que gustosas se
colgaban de mis ojos inyectados de sangre.
No
hay emoción en caminar por la calle escuchando el progreso andar montado en
automóviles que no van a ninguna parte. No hay amor en la viejita que me
reclama que no fume en su presencia, cuando la veo en su silla de ruedas. La
detestó, quién se cree, merece respeto solo por estar fría y no tener amor en
su cuerpo marchito, qué no previó su futuro. Qué no ahorro dinero para poder
pagar su funeral y estirar las piernas dignamente en espera del más allá. Si no
soporta el humo de mi tabaco yo tampoco la soporto a ella. Respeta mi derecho a
fumar en vía pública y yo respetaré tu derecho al malhumor senil.
Durante
el día estoy bien porque hay cosas por hacer, cosas para pasar el tiempo, el
humo y mi taza de café, un programa malo de televisión, repasar dos contratos
más. Estar alerta de las emergencias legales de la empresa. No sé si soy yo el
que trabaja o es mi doble que es un abogado sin tripas sensoriales el que lo
hace.
Después
inician las noches solitarias, y no tengo ganas de asistir a acompañado de
extraños, mi espíritu ha muerto cien veces y al día siguiente aún está vivo
independientemente que sienta que todo lo que haga es una pérdida de tiempo.
Todavía creo en mi, lo he hecho todo el tiempo, no importa si las personas han
dejado de creer en mí, si pueden creer en cualquier tontería que dejen de
hacerlo en mi es todo un honor.
Miles,
podrán sentir lo mismo cuando la noche nos aplasta con recuerdos, no es normal
levantar tu ojos al cielo suplicando un rayo que te pulverice el sabor a metal
que deja la monotonía en la boca. Soy consciente que perdí mi tiempo en todas
las cosas estúpidas que solo me deprimían. No las hacia consciente, no sabía en
absoluto como detener esta locomotora sin frenos.
Y
ahora qué sigue, qué ha de pasar con los días que vengan, si son muchos o son
pocos solo quiero saber la manera de no tener la melancolía por el estúpido
¿qué hubiera sido si…?, en fin ya lo dice mi querida liebre loca, “a los locos
hay que tratarlos con cariño” y denme mucho cariño, porque estoy empanzando a
escuchar voces en mi cabeza y no les caen bien.
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