Ten cuidado querido amigo, porqué
en la ciudad de México tus amigos son medio tus amigos y tus enemigos son de
verdad. Fue la sentencia que me dio un señor tapatío al momento que le comenté
que me tendría habitar la ciudad capital de mi querido País.
Se equivocó en parte, en esta
ciudad encontré no solo buenos amigos sino que unos en tiempo record se han convertido
en hermanos. Me refiero a ese
sentimiento muy a la mexicana donde se supera el sentimiento de amistad y los
extraños se convierten en amigos y de amigos se hacen acreedores si es
necesario hasta a un riñón. Si me hubiesen dicho que encontraría tan buenas
amistades seguramente me hubiera escapado antes a vivir en el bendito anonimato
que ofrece este lugar para los provincianos que escapamos del nido materno en
busca de nuestro propio camino.
También me he topado con cada
ejemplar capitalino, en donde con gusto les aplicaría aquel lema ochentero que
rezaba “Has patria y mata a un chilango”. Muchos tipos y tipas que les he deseado
el aborto retroactivo.
A casi cuatro años de fuga, cada
que visito Guadalajara a una boda me preguntó ¿Qué hago en México?. Si aquí
todas las tapatías son lindas de forma y de modos. Pero tenía que probar
fortuna y sé que muchos aseguran que no he de volver.
Ahora que lo reflexiono mi
quedada en esta mi cloaca prefería. Sé que se debió a cuestiones amorosas. La
primera fue una sentencia de autoexilio, estaba enamorado hasta el hueso y
sentía que mi tierra natal solo recibía lindas críticas aunado a que la
señorita que en ese tiempo fue dueña de todo lo que tenía, que no era nada pero
todo se lo di (1). Se lo pasaba en otra ciudad y una vez me entere que se la
pasó mejor con otro tipo que no era yo. Apestado ante la sociedad, sin trabajo,
humillado y descorazonado, tomé la fácil decisión de: ¡Vámonos a la capital a
probar suerte¡. Después ella se enamoró de mí o se encapricho, nunca supe
distinguirlo. Pero ya estaban muy dolidos mis huesos como para dar más besos y
de cargar rencores baratos.
Cuándo creía que terminaba la
aventura, el Caribe me presentó a otra señorita chilanga tapatía que en cuanto
la vi, mi corazón se revolcó en su propio eje y con un solo beso de elevador,
me motivó a la segunda sabia decisión de quedarme, para ver si podría quedarme
con ella una buena temporadita, solo fueron dos o tres meses pero valió la pena
haberlo intentado, nunca he encontrado una buena excusa para cambiar que no sea
por amor y por ella quería cambiar no solo de hábitos sino hasta de lugar de residencia.
Lástima que no pude ganar la partida incluso teniendo la mano ganadora. Nunca puede cambiar el “no te creo nada” por
un “te quiero así”.
Después llegó la época de las princesas y mi
coraza sentimental. Por más que quería y deseaba enamorarme me llegaba ese
sentimiento cutre de querer dejar el mundo por las señoritas pero después me aburría
y sabía que no eran para mí. Amor fugaz, amor momentáneo pero al final amor.
Por ser así cause daño y tendría que
decir que me arrepiento, pero sería tan falso como lo es un billete de treinta
pesos. No me siento orgulloso de mis patanadas, pero soy gran fan de mi derecho
de buscar la media naranja aunque en el inter exprima o me expriman unas
mandarinas.
Ahora soy feliz entre contratos y
la búsqueda de mi raquítica vena artística.
Y a usted? Cómo lo trata la vida.
(1).-Este lema se lo robe al
Sabina y él se lo robó a José Alfredo Jiménez.
la vida a todos nos trata igual.
ResponderEliminarla pregunta es: ¿cómo vas a tratar a la vida?